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Cuando hablamos de adicción al sexo hay mucha gente a la que se le viene a la cabeza personas “pervertidas”, libertinas y despreocupadas, cuyo único afán es el de satisfacer sus instintos más primarios en una suerte de hedonismo total. Deseo, lujuria, diversión. ¿Seguro? Pues no.
La adicción al sexo, también conocida como hipersexualidad, se refiere a un comportamiento sexual compulsivo a una incapacidad o dificultad para controlar el impulso sexual que suele generar un gran nivel de sufrimiento y puede llevar al descontrol o abandono de otras áreas vitales importantes.
Sin embargo, la etiquueta que popularmente se utiliza para definir estos casos (nímfomana en el caso de las mujeres y sátiro en el de los hombres), ha dejado una pátina de superficialidad que distorsiona totalmente el significado y las repercusiones de este comportamiento.
En primer lugar, debemos aclarar que la persona que vive este proceso NO QUIERE estar así, no es capaz de controlarse y se angustia por ello. Siente una necesidad imperiosa, un deseo irrefrenable que debe satisfacer. Pero, cuando lo hace, se siente MAL: culpabilidad, angustia, preocupación, vacío… No es capaz de vivir su sexualidad de manera saludable y plena, sino que se somete a ella.
Además, le resulta difícil hablar de ello y pedir ayuda, por vergüenza unas veces, por miedo a una mala reacción otras, por no comprender qué sucede…, y esto hace que se retrase el inicio del tratamiento y que se alargue la “agonía”.
Es importante aclarar que es posible tratamiento, procurando buscar el control de los impulsos y la búsqueda de formas alternativas de gratificación: aficiones, actividades agradables, etc., así como ofreciendo educación psicosexual y pautas de actuación concretas.
Así pues, podemos distinguir varios pasos dentro de la terapia para la adicción al sexo:
Para facilitar todo este camino, creo que sería fundamental desestigmatizar de alguna manera la visión que se tiene (y se ofrece) con la adicción al sexo, centrando la atención en solucionar la dificultad para controlar los impulsos (presente, también, en otras conductas como los atracones, el juego o el consumo de drogas, por ejemplo), y dejando a un lado los estereotipos negativos e irreales que se han generado en torno a este problema, tanto a través de los medios como en la cultura popular.
No estamos hablando de personas a las que les de igual todo. No estamos hablando de personas que “vivan la vida loca”. No estamos hablando de personas que solamente piensen en pasárselo bien a toda costa.
Hablamos de personas que, lejos de controlar su vida, se ven desbordadas y controladas por sus impulsos. Personas que se sienten esclavas de sus conductas y que, por el qué dirán, mantienen su sufrimiento en privado.
Ojalá que llegue el día en el que no haya que sentir vergüenza por estos temas, el día en que vivamos los problemas sexuales en general, y éste en particular, como algo que le puede pasar a cualquiera y por lo que no hay que sentirse culpable.
Desde el Instituto Clínico Extremeño de sexología ponemos a disposición de quien lo necesite un espacio profesional, confidencial y libre de prejuicios para poder avanzar hacia una solución satisfactoria, que permita retomar las riendas de la vida y recobrar la tranquilidad y la buena Salud Sexual.
Psicóloga | Sexóloga